La caza

Título original: Jagten
Año: 2012
País: Dinamarca
Director: Thomas Vinterberg
Guión: Tobias Lindholm y Thomas Vinterberg
Intérpretes: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen y Annika Wedderkopp
Música: Nikolaj Egelund
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen
Montaje: Janus Billeskov Jansen y Anne Østerud

Valoración: 6/10
Web: http://www.golem.es/distribucion/pelicula.php?id=286

Thomas Vinterberg y Lars von Trier fueron los artífices del movimiento Dogma 95. Entre sus reglas, expuestas en un decálogo, destacan la obligación de filmar sin iluminación y con cámara en mano o la prohibición del uso de música ajena a la acción. Partiendo de esas premisas abogaban por una reformulación del cine en clave realista con la intención de alejarlo de los elevados presupuestos y hacerlo accesible a los nuevos talentos. La primera película Dogma fue Celebración, del propio Vinterberg, una película que sentó las bases de un determinado tipo de cine y por la que muchos aún sentimos verdadera devoción.

La caza, su nuevo trabajo, presenta muchos puntos en común con Celebración, aunque sin llegar a sus cotas de calidad ni cumplir las estrictas directrices del movimiento que lo dio a conocer y del que actualmente reniega. A simple vista encontramos similitudes formales como el uso de cámara en mano o la factura realista, pero si analizamos con detenimiento veremos que en esta ocasión la cámara arriesga menos y se encuentra siempre en puntos convencionales, no como en Celebración donde se situaba en los rincones más inesperados. A nivel formal también detectamos el uso de iluminación artificial o de banda sonora, aunque de forma sutil y prácticamente imperceptible, sin artificios. Por si las cuestiones formales no fuesen suficientes para este juego de las 7 diferencias, el escenario de La caza rememora al de Celebración, un microcosmos rural donde todos se conocen y que imposibilita los secretos.

Es en la cuestión argumental donde se enlazan y separan de forma más marcada. Ambas tratan el tema de la pederastia, pero si en Celebración el abuso está confirmado, aquí en ningún momento tenemos la certeza de que haya existido. El relato de una niña alerta a una población muy creyente que ve indicios inequívocos donde no los hay y condena sin fundamento a un profesor de guardería llegando incluso a la violencia contra el presunto culpable. Así todo gira en torno al estigma del presunto pederasta y no en torno a la capacidad de perdón y superación de la víctima como ocurría en Celebración, donde los lazos familiares complicaban el vacío que aplica esta comunidad.

Pese a un argumento sencillo, Vinterberg juega muy bien sus cartas, especialmente la psicológica y sigue ofreciendo escenas sobrecogedoras como en Celebración, además de jugar con el espectador. Después de convencerlo de la inexistencia del delito, siembra la duda, apuntando posibles culpables y situando al espectador al nivel de los habitantes del pueblo, que buscan culpables sin tener claro que haya un delito. Pero todo tiene un límite y aunque ese juego psicológico que realiza está bien resuelto, las cuestiones éticas que se desprenden de él distan mucho de las de Celebración o de las que requiere un tema tan escabroso reduciendo así el conjunto a un espectáculo circense, más cercano al exploit que a al cine de autor.