Guilty of romance

Título original: Koi No Tsumi
Año: 2011
País: Japón
Dirección: Sion Sono
Guión: Sion Sono
Intérpretes: Miki Mizuno, Makoto Togashi, Megumi Kagurazaka
Fotografía: Sôhei Tanikawa
Música: Yasuhiro Morinaga
Montaje: Jun'ichi Itô

Valoración: 9/10
Web: http://www.koi-tumi.com/index.html

Izumi, la esposa de un reputado escritor, nota un vacío interior debido a su vida rutinaria de ama de casa y a la relación con su marido que no tiene ningún tipo de pasión. Un buen día se propone hacer algo con su vida, su meta es encontrar trabajo antes de los 30. En su búsqueda hacia esa vía de escape, comienza a trabajar en un supermercado vendiendo salchichas. Una cazatalentos la descubre y encantada con la belleza de Izumi le propone trabajar de modelo. Sin darse cuenta Izumi acabará sumergida en el mundo del porno y entrará en una espiral de sexo y lujuria que parece no tener fin.

Como ya sucedía en sus dos antecesoras, Love exposure y Cold fish, la protagonista de Guilty of romance lleva inicialmente una vida de lo más corriente y aburrida. La película nos acerca los mecanismos de su máxima degeneración (no olvidemos que aunque la historia parezca un delirio, está basada en hechos reales) adentrándose de lleno en el género erótico y de psicokillers.

Sion Sono nos ofrece de nuevo una bajada a los infiernos donde el crimen y el sexo se mezclan llegando a ser la misma sensación. Una marcada fotografía colorista a base de neones se suman a una dirección perfecta como es habitual en el cine de Sono. Igual que en la primera entrega de la trilogía, las etapas de Guilty of romance son varias y el thriller se convierte en drama que da lugar a algunos momentos brillantes de humor negro. Guilty of romance es una cinta muy sórdida en su exceso, con sexo a raudales y un abuso exacerbado de la estética. La película no es apta para todas las sensibilidades y a lo largo del opresivo recorrido de sus protagonistas la angustia cala en el interior del espectador.

La radicalidad formal de su propuesta convierte una vez más a Sono en uno de los realizadores más controvertidos del momento. Sus explícitas escenas recreadas con una ambientación perfecta y su obsesión por el sexo y la violencia generan el estilo propio y característico del polémico realizador. Como en las dos entregas anteriores la banda sonora tiene uno de los papeles más importantes recreando una atmósfera asfixiante. Sono vuelve a provocar, con el escándalo por bandera pone punto y final a una trilogía que se radicaliza más en cada entrega, alcanzando cotas de mal rollo y desasosiego que parecían muy difíciles de superar.

Lo mejor: Una dirección perfecta.
Lo peor: No estar preparado para una propuesta extremadamente radical.