"Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura."
Holden Caulfield es un adolescente de 16 años al que han expulsado del colegio por bajo rendimiento. Holden es de familia bien y ya lleva varios colegios a sus espaldas, teme que cuando su padre se entere de que lo han expulsado seguramente lo apunte a una academia militar. A Holden no le gusta la gente hipócrita, aborrece todas las situaciones impuestas y se pregunta constantemente dónde van en invierno los patos del lago de Central Park cuando se hiela. Desde el día que abandona el colegio, sin querer volver a casa de sus padres, emprenderá una bajada a los bajos fondos de la ciudad de Nueva York. Sale por las noches por los clubs de jazz, se hospeda en hoteles de mala muerte, se emborracha cada noche y fuma como un carretero, todo ello en contraste con una pureza y una cierta inocencia en el interior del corazón del protagonista.
El título del libro hace referencia a una escena en la que el protagonista, después de ver como ha ido vagando por toda la ciudad sin ningún tipo de rumbo, explica lo que realmente quiere hacer en la vida; es la cita que he puesto al principio.
Divertido, triste y profundamente nostálgico, el relato de Jerome David Salinger nos presenta a un adolescente caprichoso al que le encanta el mundo de los niños, proclamándose protector de ese mundo, que no quiere formar parte de la hipocresía adulta, cosa que le produce una profunda depresión. Los diálogos son totalmente atemporales, a pesar de ser una novela del año 1951 siguen plenamente vigentes a día de hoy, la novela se podría haber publicado ayer mismo. Tiene un tono directo y un poco fuerte sobre todo para su época y es por ello que durante muchos años fue novela escándalo. A día de hoy la verdad es que tampoco es nada del otro mundo, ya hemos visto muchos Holdens en muchas obras y no creo que nadie se sonroje leyendo esta historia. Libro de referencia para muchos educadores de secundaria que trata de la incomprensión de la adolescencia y máximo estandarte de la generación X; altamente recomendable a cualquier edad.
Holden Caulfield no sólo es el primero, sino que hay algo más detrás de la historia que lo hace diferente a todos los demás. Decir quees un adolescente encantadoramente enfurruñado con el mundo no es más que quedarse en la mera anécdota. Que ser revuelva contra todo lo que le rodea sin dejar títere con cabeza, no lo convierte en otro Ignatius Reilly. Holden Caulfield es un ser tierno, entrañable, que a pesar de su furia contra el mundo, se nos hace afectuosamente cercano. A pesar de su aparente misantropía, Salinger derrama una compasiva mirada llena de comprensión hacia el ser humano. Porque Holden Caulfield es parte de nosotros mismos. Todos fuimos alguna vez, tal vez aún lo seamos, Holden Caulfield. Para él, todos los adultos son un hatajo de falsarios. Todos sus compañeros, que replican las actitudes de los adultos, que están empezando a comportarse con los convencionalismos de la edad adulta, son unos falsos, el peor insulto que Holden puede dedicarles. Sólo hay un personaje ante el que muestre simpatía y ternura. Su hermana Phoebe. Su hermana pequeña. Para él todo bueno, todo lo auténtico, se ha quedado en la infancia. Por eso quiere ser El Guardián entre el Centeno, el vigilante que preserve la inocencia y la seguridad de los niños mientras estos juegan ausentes junto al precipicio que supone hacerse adulto. Y es que Holden Caulfield sabe que está creciendo, que indefectiblemente está dejando atrás la niñez, que se está convirtiendo en lo que más detesta. En realidad toda su furia está dirigida contra sí mismo. Su conflicto nade de que sabe que inevitablemente será parte de la maquinaria que odia. Él ya ha perdido el tren, pero quisiera evitar que los niños creciesen y perdiesen la inocencia. Por eso El Guardián entre el Centeno es diferente.
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